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Mi Nombre es Eduardo Martínez.


Nací en Dumas, Texas. Mis padres se mudaron allí desde el sur de Texas, donde habían vivido generaciones anteriores cuando había sido parte de México. Mi familia era parte de la población mexicana que se convirtió en estadounidense en 1848 no por cruzar una frontera, sino porque la frontera los cruzó a ellos.

Como todos los niños latinos en Texas en la década de 1950, sabía que mi escuela cambiaría todos los nombres que no sonaran como "estadounidenses". Así fue como mi hermana María Inez se convirtió en Mary y yo en Edward. Aunque mi acta de nacimiento dice Eduardo, todos mis otros registros fueron cambiados. Y así, para todos excepto para mis padres, Edward se convirtió en mi nombre.

De niño no entendía que el cambiar mi nombre era una forma de racismo, al igual que no poder hablar español

En ese entonces, las escuelas castigaban severamente a los niños latinos como yo por hablar español fuera de nuestras casas. Para complicar las cosas, nací con un problema de tartamudeo, que sigo manejando hoy en día. De niño, me hacían sentir avergonzado por tartamudear y también por hablar español, así que solo hablaba con mi hermana, quien, a su vez, hablaba por mi con todos los demás.

Dos cosas me ayudaron a sanar de esto. Una fue convertirme en maestro y la otra mudarme a Richmond, California.

Cuando obtuve mi título de maestro, decidí que era mi oportunidad de apoyar a mis alumnos en mejorar. Hice todo lo posible para apoyar a todos los niños que hablaban otros idiomas además del inglés. Hice lo que pude para asegurarles que tanto ellos como personas como su lengua materna eran importantes en mi salón de clases y en este país. Poder usar mi español imperfecto para ayudar a los niños que vinieron de México, El Salvador, Honduras, etc., me pareció un regalo extra.

En 1993, me mudé a Richmond, California, que ya estaba en camino de convertirse en la ciudad más diversa del país. Todavía me siento muy afortunado de vivir aquí. Richmond tiene una vibrante comunidad afroamericana, anclada por familias que vinieron aquí hace tres generaciones para construir los barcos que ganaron la Segunda Guerra Mundial. Su herencia es algo que todos debemos proteger. Y ahora Richmond tiene inmigrantes de todos los rincones de la tierra, no solo latinos, sino también laosianos, tibetanos, yemeníes, egipcios, nigerianos. Tenemos representación de muchos países de los que puedo nombrar aquí. Algunos habitantes de Richmond son ricos, pero la mayoría de nosotros no lo somos. Lo que todos tenemos en común es el orgullo. Hablamos nuestros propios idiomas, usamos nuestros nombres reales, honramos nuestras tradiciones, compartimos nuestras cocinas, amamos a quienes queremos amar y aprendemos a comprender a nuestros vecinos. Vivir en un lugar donde esto es posible es otro regalo que he recibido.

A principios de 1990 el llamado de mis raíces me obligó a comenzar a usar a Eduardo para identificarme, en 2017 después de mucho pensar y consultar con las personas que me aman, recuperé legalmente mi nombre, mi verdadero nombre, Eduardo Martínez. Y con su apoyo, yo, Eduardo Martínez, podría convertirme en el primer alcalde latino en ser elegido en Richmond.

Crié a mi familia en Richmond, enseñé en nuestras escuelas públicas durante 20 años y he servido por 8 años en nuestro concejo municipal; mi conexión con esta ciudad es sólida. Como alcalde, tienen mi promesa de que defenderé a todos sus residentes. Esto significa asegurarse de que todos en Richmond disfruten de aire limpio, espacios verdes y calles seguras. Esto significa mirar de cerca qué partes de nuestra ciudad están siendo descuidadas y asegurarse de que todos los vecindarios reciban su parte justa. Esto significa reconocer nuestras diferencias pero también celebrar nuestras fortalezas. Si mi visión es la misma que la suya, sería un honor contar con su voto.

 

Eduardo, Stanley, Maria Inez, y Henry Martinez

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